GENERACION H

Tercer lugar en el concurso de ensayos
¿Por qué los jóvenes no participan en la política?
organizado por el IFEEM en el 2006
corregido en 2007


¿Por qué los jóvenes no participamos en la política? Simple : por hueva. Pero debo ser propio, esto es un ensayo, digamos que por abulia para sonar elegantes. Los eufemismos son la herramienta por excelencia del lenguaje político, donde lo importante no es lo que se dice, sino decirlo bonito, para que el populacho aplauda.


Mejor hablar de mí, soy egresado de la carrera de comunicación, todavía recuerdo el comentario de un tío cuando comente mi inclinación profesional por el periodismo: “así que politiquillo”. Mi primera reacción fue de disgusto, ahora descubro que él tenia razón, es innegable la relación estrecha entre los medios de comunicación y la política; viven en un peligroso concubinato que marca el ritmo del acontecer diario nacional.

Las cosas son así en este milenio: si no sales en la televisión, no existes, o en palabras de Pierre Bourdieu : “Para algunos de nuestros filósofos (y de nuestros escritores) ser es ser visto en la televisión, es decir, en definitiva, ser visto por los periodistas, estar, como se suele decir, bien visto por los periodistas (lo que implica muchos compromisos y componendas)” Tenemos a nuestros políticos (que desgraciadamente no son filósofos) en una enfrascada lucha por ver quién ocupa más espacio en televisión, radio y prensa. Estamos saturados con spots televisivos y espectaculares que no dicen nada; hay una foto en primer plano de un político sonriente, con ojos de esperanza, el símbolo de su partido y una frase corta y concisa: “Poniendo a México en marcha”.

Raúl Trejo del Arbre lo dice en pocas palabras: “el lock sustituye al logos” , es decir, ahora es más importante para los políticos como luce su imagen a el contenido estricto de su discurso político o sus propuestas. Contratan expertos publicistas que se encargan de elaborar slogans para mantenerlos dentro del top off mind, de la gente; nos están vendiendo políticos como si fueran refrescos.

En la cultura de la publicidad mientras menos palabras utilices para vender un producto es mejor, por que este se quedara grabado en la mente del consumidor. Nosotros los ciudadanos somos consumidores en potencia, consumimos desde chicles hasta personajes políticos. Pero claro, los medios deben darnos todo masticado, en estos días pensar no esta de moda.

Los propios medios fomentan la hueva... es decir la abulia de la gente, sobre todo de las nuevas generaciones que hemos crecido con una televisión como nana y el Internet como nuestro gran maestro de vida. Nos gusta el facilismo, nadie quieren complicarse la vida, todos quieren divertirse y ser felices; la política definitivamente es todo lo contrario: es complicada, aburrida y sobre todo deprimente.

Qué puede ser más deprimente a un concurso de popularidad, al mas puros estilo de las preparatorias gringas, para decidir quien será nuestro presiéntete, diputado o cualquier otro puesto público. Los guapos no son precisamente los mejores para gobernar, ni tampoco los son los carismáticos o los charlatanes, sin embargo esa es la medida con la que esta supuesta democracia des-funciona.

Apenas conocemos los estudios y las capacidades de los candidatos, pero si estamos seguros de su bonita sonrisa, de que quieren mucho el país y les preocupan los indígenas y los pobres, cualquiera tiene buenas intenciones o puede fingir tenerlas. La política en nuestros días es eso: un teatro, peor aún, un circo; es posible imaginarse a todos los personajes de la escena política desfilando, mientras saludan a la gente y se mientan la madre entre ellos como idóneos participante de un Reality show.

Qué puede ser más aburrido que una serie de discursos retóricos que no llevan a ningún lado, que sólo buscan justificar un ansia de poder. No descalifico a todos, seguramente hay políticos con “buenas intenciones”, pero las intenciones no sirven para un carajo mientras las cosas sigan des-funcionando así.

Qué puede ser más complicado que las relaciones entre los diferentes partidos políticos, los acuerdos y desacuerdos; la firma de convenios entre bancadas, los puestos de mando, la elecciones internas, el poder detrás del poder y un ex-presidente que contradice al actual. El proceso electoral, la repartición de distritos, el financiamiento de campañas, los topes en las mismas, los debates, los chismes. Se hace una maraña imposible de entender.

He aquí el problema de nosotros (por que nosotros los jóvenes somos ahora los culpables, los que según las encuestas menos hemos participado en las últimas elecciones), podríamos bien ser nombrados como la generación H, por aquello de la huev... quise decir abulia. Fomentada desde las escuelas primarias donde nuestros afectuosos padres hacen la tarea, hasta la secundaria e incluso la universidad, en donde Internet es la biblioteca más eficiente de trabajos ya hechos, con todo y bibliografía.

Somos antecedidos por generaciones que vivieron movimientos políticos y sociales como lo fue el 68; el primer intento de una revolución propuesta no por el proletariado, ni por militares, ni por burgueses, sino por jóvenes universitarios. La juventud es rebelde por naturaleza, se revela contra los establecido, busca generar rompimientos, nuevas formas; pero ahora le rebeldía es dictada por los medios y cantada a coro en antros de moda; se vende rebeldía a granel, ya no es necesario pensar para ser disidente, sólo necesitamos tener un poco de dinero y una televisión.

El problema no radica en si votamos o no votamos, ir a la casilla y tachar a un candidato por que su slogan fue el mas pegajoso no es participar en la política, sino ser víctima de la misma. El voto es para muchos una responsabilidad ciudadana, ese es el problema que sea sólo eso: un deber que debemos cumplir si queremos ser políticamente correctos, aceptados socialmente, bien vistos. Debería de ser una convicción, una decisión meditada, votar por que se esta convencido que ese candidato va a hacer algo. En las últimas votaciones, nos hemos conformado con votar por el menos peor, eso no es democracia, eso es resignación ante un sistema electoral que nos esta defraudando, se esta estancando en el abismo de una libertad a elegir entre lo que los medios te digan que puedes elegir.

Los jóvenes hemos heredado frustraciones de nuestros padres, que protestaron en el 68, que votaron en el 88 y que siguen sin ver resultados. La televisión nos ofrece un mejor panorama en las series extranjeras, los programas de estrellas fabricadas y los partidos de fútbol; mínimo en estos últimos podemos mantener la esperanza de que nuestro equipo sea campeón del torneo, del mundial mejor ni pensarlo.

Pero en la política ya no tenemos esperanza. ¿A quién se le puede creer? Los medios también han dejado de ser reflejo de la realidad, manipulan la agenda nacional según sus propios intereses e incluso los de las marcas. El gobierno se tambalea en medio de un circo de figuras y chismes que bien podrían ser parte de un programa con Paty Chapoy. Los partidos políticos gastan millones en campañas publicitarias y proselitismo que no dan resultados. Los candidatos sonríen, dicen discursos y obedecen las indicaciones de sus asesores de campaña, que no son políticos, son publicistas. La gente mayor vota por una tradición de partido, una fidelidad casual, un color de camiseta. Y nosotros simplemente vemos pasar nuestro futuro en los diarios y en las cifras vacías, las cuales lo más que llegan a generarnos es un bostezo.

Ante este panorama que ánimos quedan para participar en política, de escribir un ensayo, de generar un debate entorno a los conflictos sociales, de buscar la manera de cambiar el país... ¿Por qué los jóvenes no participamos en la política? la respuesta más clarificadora proviene de un compañero de la universidad: “Prefiero las porno”

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