DORREL DIXON- COLOSO DE ÉBANO


Reportaje publicado en el número 9 de la revista Record Luchas, Febrero 2009

 

“Entonces, vi la lucha brothercito ¡Hijoles mano!, no sabía que existía una cosa tan emocionante, tan excitante; la veía y ¡Pácatelas!, no podía creerlo, es increíble, me voló el cerebro, se metió en mi cabeza. Pero qué emoción y me llevaron nuevamente y nuevamente y nuevamente.” Dorrel Dixon abre los ojos desorbitadamente, mueve sus grandes manos de un lado a otro y gesticula cada emoción; tiene 74 años pero habla con la vitalidad de un joven de 20, justo la edad que tenía cuando llegó a nuestro país, hace 55 años.

Marzo de 1954, México organiza por segunda ocasión los Juegos Centroamericanos y del Caribe. La delegación de Jamaica obtiene una cosecha de 4 oros, 10 platas y 4 bronces; entre esa decena de platas hay una que pudo ser oro, después de un empate en levantamiento de pesas se decretó al ganador por la diferencia de pesos. El segundo puesto fue para Dorrel Dixon, quien actualmente agradece no habar sido primero, pues asegura que hubiera regresado a su país para disfrutar de una fama efímera y quizás nunca hubiera conocido la lucha libre.
“Estaba en Ciudad Universitaria con la delegación de Jamaica, llegaron los mexicanos de físicoculturismo, muy humildemente, me dijeron: tú no vas a regresar a Jamaica, quédate con nosotros. Y me llevaron a San Martín Texmelucan, en Puebla, donde me mantuve escondido con una familia que me recibió”. El jamaiquino hace una pausa y ríe, como quien recuerda una travesura infantil. “Me buscaba en todos lados el embajador ingles y no me encontraban, porque yo estaba escondido”.
Antes de llegar nuestro país Dixon había desarrollado una musculatura impresionante, la cual le valió el título de Mr. Jamaica; esta fue la razón por la cual fue recibido por el gobernador de Puebla Rafael Ávila Camacho, hermano del presidente, quien después de ver la fuerza de Dorrel le pidió que se quedara en nuestro país.
“El gobernador habló por teléfono y después dijo: tú vas a ser profesor educación física en la Universidad de Puebla; luego habló otras vez y dijo: este muchacho Dorrel Dixon va a ser agente especial del gobernador; este muchacho Dixon va a ser inspector de alcoholes; luego profesor  del Centro Escolar y la Escuela Normal de Puebla. Con todos estos detalles fui bendecido yo, sin saber realmente la razón”.

Una decisión trascendente

Desde la primera vez que vio la lucha libre Dixon quedó encantado, sus vivistas a la Arena de Puebla se hicieron frecuentes. “Un día me dijeron: mira Dixon tú puedes ganar doscientos pesos por una lucha. ¡Ah no me digas! Y me insistían: tú vas a ganar buen dinero, tú vas ganar buen dinero. Y pues yo quería darle algo a mi mama, pensaba, si ganó poco dinero le puedo mandar algo a mi mama”.
 “El gobernador me dijo, Dixon tú no seas luchador y yo te doy lo que tú quieras, pero no seas luchador. Por que el luchador no era entendido en esa época, era algo secular, no eran bien vistos”. Dorrel prefirió hacer caso a su instinto y tomó una decisión que cambió su vida, aunque no estaba seguro de las razones, “En lo personal no entendía, posteriormente entendí que Dos dispuso, por que había mucha mas historia para mí”.
“Entonces ya empecé a entrenar; lloré casi todos los días durante un año, por los golpes mano, los golpes, los golpes, llorando, llorando, es parte de todo ¿ves? Pero no podía arrepentirme, no sabia por qué, pero te repito, Dios estaba disponiendo, me estaba guiando”.
Tras un año de entrenamiento, Dorrel Dixon debutó un sábado de 1955 en Cuautla, Morelos y al día siguiente luchó en Puebla. “Después me escondí toda la semana, no salí para nada, por vergüenza, por que como no sabia, pensaba que había hecho el ridículo; porque me bailaban, con la fuerza no bastó, por que la lucha es altamente inteligencia y yo todavía no estaba listo, a pesar de un año entrenando casi diariamente. Yo lloraba, pasé toda la semana escondido, pensaba que al caminar por puebla todos iban a murmurar: mira ahí va Dixon, el que no sabe luchar. Tenía mucha vergüenza de mi ser”.

Nace el Gigante del Ébano

“Estaba en la Arena Coliseo un domingo ¡Hijole mano! Vi a la gente y estaba yo espantado. ¡Qué bárbaro! Subí temblando como si fuera un ciclón sobre mí, mis rodillas se me doblaban. Luché contra un señor que se llamaba Chamaco Castro en la tercera lucha; ahí estaba yo y la gente se asombraba por que decían que nunca habían visto esos cuerpos olímpicos dentro de la lucha. Lo que más me gustó fue cuando fui a cobrar y cobré como 300 pesos”, Dixon culmina con una franca sonrisa el relato de su primera lucha en el DF.
El jamaicano causó impactó en el medio, su estura, su enorme musculatura, su color de piel, su presencia en el cuadrilátero, le valieron el sobrenombre de el Gigante del Ébano. Al principio fue criticado por que a pesar de su fuerza carecía de una gran técnica, cosa que fue cambiando con el tiempo, pues aprendió mientras se codeaba con maestros como Gorila Flores y René Guajardo.
El primer triunfo importante del jamaicano ocurrió 4 años después de su debut. En 1959 se organizó en la Arena México una torneó para buscar al Campeón Mundial de Peso Semicompleto de a NWA, título que por primera vez salía de Estados Unidos. En la final Dorrel Dixon derrotó al estadounidense Al Kashey.”Fue increíble, no hay palabras para decir como me sentía, lleno de orgullo. Las personas aficionadas, las revistas lo adoraban a uno, era un ídolo; por que Al Kashey era un gran luchador, él era libanés; me abrazó al final del encuentro, para felicitarme”.
Con este triunfo Dixon acalló las críticas y ratificó que su sobrenombre iba más allá de su apariencia física; él era realmente un gigante de los encordados y lo mejor estaba aún por venir.

Un luchador negro convulsiona EU

Dixon aprovechó la oportunidad cuando un luchador estadounidense vino a México para pedirle ayuda, por medio de una carta, para ir al país del norte. “Mandaron por mí en 1960, fui a Houston, Texas; lógicamente había mucha discriminación, yo no conocía eso, sentirme que valía poco, porque en jamaica era muy diferente. Muchos no me querían, era la primera vez que un hombre de color luchaba en lucha estrella allá, se llenaban las arenas tanto que tuvieron que tumbar y tumbar los palcos donde querían retener nada más a las personas de color. Tumbaron todo, se llenaban los estadios en Dallas, en Houston, en Corpus Cristi”.
“Martín Luther King estaba trabajando para combatir la segregación racial y yo estaba a un lado. Fue una cosa grandiosa; la gente se hincaba, me besaban la mano y me decían, muchas gracias Dixon, muchas gracias Dorrel Dixon por lo que estas haciendo por nosotros; yo casi no entendía, pero así era, la gente me hacia sentir parte del movimiento, me apoyaban mucho, toda la gente de color corría a la lucha para ver; el gusto interno de ellos era que uno de ellos estaba en el estrellato”.
“La discriminación estaba muy dura, muchas veces me amenazaban matarme con pistola, me cuidaban. En los restaurantes me decían: Dixon lo siento mucho, pero tú tienes que comer allá en la cocina, yo me ponía más feliz porque en la cocina me daban todo lo que yo quería”. El Gigante del Ébano se toma una pausa para reír y enseña sus dientes blancos que contrastan con su piel obscura.

Triunfa en Nueva York
“También luche en el Madison Square Garden; me decían, en la historia del Madisson tú eres el único hombre que en dos semanas seguidas esta en la lucha estrella. Las entradas estaban muy bajas pero cuando llegué se empezaron a llenar, por que los jamaiquinos, los puertorriqueños, las personas de color de todos lados, llenaban manó. Llegaban estrellas de cine, cantantes, no hombre una cosa hermosa. En Chicago igual, en el Crown, pasaba lo mismo: llenos, llenos, llenos”
“Como dice Franck Sinatra, si lo puedes hacer en Nueva York lo puedes hacer en cualquier lado. Fue una gran bendición, por que después del Madison Square Garden se abrieron las puertas. Entonces me llamaban, ven para Japón, Australia, Nueva Zelanda, Singapur, España, Inglaterra. ¡Con el rey!, el mero rey Don Felipe llegaba a los vestidores con un gozo manó, que la gente no puede entender como temblaba de gusto sonriendo con todos los luchadores, son cosas bellísimas, Dios nos ha bendecido”.

Una bendición de Dios

Dixon es una persona creyente y agradecida, pues asegura que fue Dios quién lo puso en este camino, algo que no comprendió hasta después de dos decenas años como luchador profesional. “Veinte años después fue cuando los ojos se abrieron y me dijo mi mama, toma la Biblia otra vez, para luz y vida ¡A chihuahua!, pero no, yo no necesito eso, por que había sido campeón mundial 5 veces. Cuando tenia 40 años comprendí y cuando regresé a México los compañeros luchadores comenzaron a escuchar conmigo el mensaje de la Biblia”.
Actualmente Dixon está retirado de la lucha libre y dedica su tiempo al masaje, dar conferencias sobre salud, tocar el piano y predicar la palabra de Dios. Pero no pierde contacto con sus compañeros luchadores, a quienes guarda una profunda estima. “Ningún profesional es como los luchadores, más tierno no hay; ni un sacerdote, un pastor, un profesor, un magistrado, un gobernante”.
El Gigante del Ébano interrumpe un momento la charla, suspira y mira de reojo el cartel del 70 aniversario del CMLL, en el cual aparecen los rostros de siete décadas de luchadores en nuestro país, entre ellos el suyo: un joven de 20 años que se convirtió en uno de los primeros ficicoculturistas en dar el salto a la lucha libre y que 55 años después sigue conservando la vitalidad y alegría que lo caracterizó desde entonces.
“Y si mañana mismo vuelvo a repetir la vida, aunque sea un príncipe, aunque me ofrezcan un reinado, lo que sea, yo regresaría a la lucha brother. Yo creo que no hay mayor dicha que un hombre pueda tener que ser escogido para ser un luchador profesional. Es una bendición de Dios, muchos quisieran, pero pocos son los escogidos”.

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