CUENTO PARA TRES

Cuento públicado en la antología "Toco tu boca"
de Amarillo Editores

En este cuento no hay nombres propios; esto tiene la ventaja de facilitar la identificación con los personajes. Tú puedes ser “Ella” y yo puedo ser “Él”; pero no descarto la inversión de papeles, me gustaría saber qué se siente ser tú...
–Bueno ya –interrumpió Ella– me vas contar el cuento o vas a seguir con ese choro

Ella buscaba una aventura, una breve historia erótica para contarle a sus amigas. Él entró al café y se sentó cerca del lugar donde Ella estaba, la observó largo rato. Ella sintió las miradas de Él sobre su espalda, para ser precisos sus caderas. Él tenía miedo, no se atrevía a hablarle. A Ella le dio ternura, tomó la iniciativa. Él fingió seguridad, se inventó un nombre y una vida: “soy escritor”. Ella lo dejó hablar. Él dijo estar escribiendo una novela sobre mujeres hermosas como Ella, con el título tentativo: “Las mil y una noches”. Ella tampoco fue sincera, aparentó creerle eso de ser escritor y su novela, escrita siglos antes. Ambos jugaron a las circunstancias, dejaron pasar la noche. Ella se hizo la víctima, era demasiado tarde, no había forma de llegar a su casa. Él tomó su papel de héroe, le ofreció dormir en su departamento. Ella aceptó complacida. Él se equivocó varias veces de llave. Ella sonrió, le ayudó a abrir la puerta, la botella de vino, la regadera, el cierre, sus piernas. Él recordó la revista “M...” de abril, en el artículo “Cómo volverlas locas fuera y dentro de la cama” aconsejaba tomar la iniciativa. Ella se dejó llevara a la cama. Él recorrió lentamente el cuerpo de Ella con la punta de la lengua. Ella cerró los ojos, mordió sus labios. Él intentó las posturas del Kamasutra ilustradas, en el mismo numero de la revista, con conejitos de peluche. Ella se movió arriba, abajo, izquierda, arriba, derecha, abajo. Él arqueó sus piernas, brazos, cabeza; hizo lo que nunca había imaginado. Ella gritó. Él grito. Dos horas después ambos cayeron en un letargo de satisfacción recluida por meses. Ella lo abrazo, susurró palabras dulces en su oído. Él estaba exhausto, quería dormir. Ella insistió en que le contara un cuento. Él le contó el cuento más hermoso del mudo..
–Todo eso es mentira –se quejó Ella, alejándose de Él abruptamente –Tú eres quien buscaba una aventura, este es mi departamento, nunca tomaste la iniciativa, sólo te sabes la de misionero, apenas fueron quince minutos.
–Pues claro –contestó Él –sólo es un cuento, tú me lo pediste
–No me gusto –sentenció Ella –tu cuento está lleno de lugares comunes y es muy aburrido
–Ahora resulta que tú eres la escritora –recriminó Él –No puedes esperar que después de hacer el amor escriba cómo Cervantes
Ella le contó a Él un cuento aún más hermoso; un cuento sin nombres propios, para facilitar la identificación con los personajes. Él escuchó el cuento de buena gana. Ella repitió la misma historia, invirtiendo los papeles. Él sonrió. Ella también. Él la interrumpió con un beso. Ambos descubrieron que su relación no sería sólo una aventura para contar, fueron felices.
–¿Para siempre? –preguntó Ella
–No –contesto Él –sólo por tres años, luego se divorciaron. Ella lo demando. Él tuvo que darle la mitad de su dinero. Nunca volvieron a verse.
–¿Por qué me cuentas esa historia tan triste? –reclamó ella.
–Es sólo un cuento – dijo Él abrazándola –te prometo que nosotros si seremos felices
–¿Para siempre?
Él sonrió. Ella también. Él la interrumpió con un beso. Ambos descubrieron que su relación sería sólo una aventura para contar, fueron felices.

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